miércoles, 12 de diciembre de 2012

Caminos universitarios:¿ sendas perdidas?



              
                     
   Cuando a Virginia Woolf, se le encomienda realizar un ensayo sobre las mujeres y la novela, ella escribe Un cuarto propio.
Virginia dice que cuando le pidieron que hablara sobre las mujeres y la novela, se sentó en la orilla de un río, y se puso a pensar sobre el significado de esas palabras. Porque el tema de las mujeres y la novela puede tener distintas significaciones según los contextos en el que se interprete esta relación.
Lo cierto, es que hay una, y evidentemente es la que más importa a Virginia: " para escribir una mujer debe tener dinero y un cuarto propio".
 Virginia Woolf, leerá esta conferencia ante un auditorio de intelectuales en Oxbridge.
Ya dijimos que primeramente expone las posibles trabas con las que se encontró en el momento de pensar el tema del ensayo.
 Y allí estaba la escritora frente al río, " En la ribera opuesta, lloraban los sauces en perpetua lamentación, la cabellera desatada sobre los hombros", y su pequeño pensamiento hundido en la corriente, como un pez, como obras de instantes que se esfuman.
 Imaginemos el patio de aquella universidad en la que se encontraba Virginia Woolf al meditar su ponencia sobre las mujeres y la novela, doblando su cabeza hacia el río, sobre un césped durante 300 años alisados.
Una mañana hermosa de Octubre, cuando el espíritu de  paz rondaba los patios y atrios de Oxbridge, a Virginia Woolf  se le impide el ingreso a la biblioteca de la Universidad, pues su entrada sólo estaba permitida a señoras acompañadas de un profesor del Colegio o provistas de una carta de presentación. Indignada bajó las escaleras, maldiciendo.
Entonces, pasó por la puerta de la capilla, y oyó el lamento del piano cristiano: " En ese aire sereno la pena del Cristianismo era más el recuerdo de una pena que una pena presente, y hasta el rezongo de aquel órgano antiguo estaba saturado de paz". Reprimió su ingreso a la capilla por miedo a que le pidan bautismo, comunión o algún otro requisito similar al de la biblioteca.
Los que entraban, cual "abejas en la boca de la colmena" vestían estolas de pieles, algunos eran paralíticos y otros le recordaban a Virginia " cangrejos gigantes que se arrastraban penosamente sobre la arena de un acuario" . Entonces se recuesta sobre el muro de la Universidad, similar al santuario, donde,  "se conservan especies raras que se extinguirían muy pronto si tuvieran que luchar por su vida en el asfalto del Strand".

  Aquí hago una pausa. Miro nuestro presente. Nuestra situación en la Argentina del siglo XXI.
 Busco en las universidades públicas esas construcciones increíbles producto de tierras que fueron cedidas y pagadas con diezmos.
Busco en nuestras raíces, la época de la razón en la que las universidades se dotaron de becas, en la que se fundaron cátedras, a merced de la industrialización; mientras recorro el patio de la facultad de Humanidades y Artes en Rosario.
Miro el cielo, focalizo mi visión en Marte, el planeta que en estos días anda próximo a la tierra, y no me queda más remedio que animarme tímidamente a esbozar una tenue e irónica sonrisa, que se estampa en las columnas de lo que fue antes un convento y ahora es una universidad.
Recorro las instalaciones de la facultad de psicología, antes, un criadero de pollos, y pienso ¡ cuán lejos estamos genéticamente de alcanzar la altura y el nivel del pensamiento filosófico Europeo!, ¿ es necesario acaso, pretender tal destino?.
 Retomando el tema del ensayo de Virginia, habíamos dejado pendiente la relación entre el dinero, el cuarto propio y la mujer que escribe novelas.
Si para una mujer es difícil escribir novelas, si para Virginia Woolf, es difícil subsistir siendo escritora, ¿ qué nos queda a nosotras?, átomos de una cadena eterna que pretende no degenerar en ceniza sin emitir al menos un pensamiento.
¿ Qué nos queda a nosotras, filósofas, que existimos cien años después que Virginia Woolf y somos la afirmación de su pensamiento?: " En cien años, las mujeres ya no serán el sexo protegido. Participarán en todas las actividades y esfuerzos que les están vedados ahora. La niña hombreará carbón. La tendera conducirá una locomotora".
Sin embargo su pensamiento desconocía que en cien años ya no habría carbón, sino estufas eléctricas o a gas natural, y que los trenes tendrían choferes computarizados o que algunas mujeres serían telemarketers. 
El progreso, el devenir, las estructuras, las herencias, nuestra formación inevitable, nuestro crítico infinito, los eslabones de la cadena que eternamente nos mantiene vivos, esperanzados en obtener el permiso para la palabra, al menos para la opinión, creemos que sólo los lectores del futuro serán capaces de juzgarnos. Es en ese juicio eterno donde constantemente nos repetimos.





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