domingo, 9 de septiembre de 2012

FILOSOFIA Y POLÍTICA. HACIA UNA EDUCACIÓN INTEGRADORA


       

        Coordinar este trabajo de cátedra a modo de  mesa de ponencias en comisión, dentro del marco de XXI Jornadas de Cátedra y Carreras de Educación Especial de las Universidades Nacionales (RUEDES) y XV Jornadas Nacionales de la Red de Estudiantes de Cátedras y Carreras de Educación Especial (RECCEE); implica a su vez, que mi ponencia gire en torno no solamente a las concepciones de normalidad y anormalidad ; sino también a tres conceptos filosóficos que, articulados con la práctica docente, logran poner en tensión la construcción histórica de las relaciones entre “lo común” y lo “especial”, estos son los conceptos de amor, cuerpo y voluntad.
Para comenzar podemos pensar, tal como lo hace Canguilhem; que sin los conceptos de normal y patológico, el pensamiento y la actividad del médico son incomprensibles. Bajo la pregunta de si lo patológico es un concepto idéntico al normal o si es lo contrario de lo normal, resulta que en verdad ambas concepciones están siempre atadas, ya que el término “normal” es confuso.
            En sus Recherches sur la vie et la Mort, Bichat, habla de la inestabilidad de las fuerzas vitales, de la irregularidad de los fenómenos vitales, de la uniformidad de los fenómenos físicos, del carácter distintivo de remarcar que no hay astronomía, dinámica, hidráulica patológica, puesto que las propiedades físicas no se separan jamás  de su  " tipo natural" , ni tienen necesidad de ser devueltas.
              En la Introduction a¨l¨Etude de la Médecine expérminetale - y también en los Principes de Médecine experimentale, Claude Bernard ha desplegando energía para afirmar legalidad de los fenómenos vitales para refutar el vitalismo de Bichat, considerado como un indeterminismo.
   Del mismo modo que en la guerra y en la política no hay una victoria definitiva, sino una superioridad o un equilibrio relativos y precarios; en el orden de la vida, no hay resultados que radicalmente desvaloricen otros ensayos haciéndolos parecer faltos de algo. Todos los resultados están amenazados dada la finitud del hombre y de la especie; por lo tanto, hablar de éxitos, sería una mirada siempre comparativa entre el presente y el pasado, ya que es el futuro de las formas quien decide su valor.
    ¿ Cómo comenzar marcando  diferencias  entre la educación común y la especial?. Un buen comienzo sería fijar lo que se entiende por el concepto “ normal”. En este punto entonces, Canguilhem, afirma que el término " normal" no tiene ningún sentido propiamente absoluto o esencial y que es por la interferencia de las fluctuaciones genéticas y de las oscilaciones de la cantidad y de la cualidad de las condiciones de existencia o de su distribución geográfica, como podemos elegir lo que lo normal quiere decir; a veces el carácter medio en el que la variación es más rara que sensible, y otras, el carácter en el que la reproducción, o sea el mantenimiento y la multiplicación, revelará la importancia y el valor vitales.
La actividad humana, el trabajo y la cultura tienen por efecto inmediato alterar constantemente el medio de vida de los hombres.
Debido a que el hombre es capaz de existencia, resistencia, actividad técnica y cultural en todos los medios, el problema cambia cuando se pasa de la anomalía morfológica a la enfermedad funcional.
Autores como Laugier, Sigerist y Goldstein piensan que uno puede determinar lo normal por referencia del individuo en si mismo y en situaciones idénticas o en situaciones variadas.
Desde el punto de vista de Goldstein uno verá la enfermedad en el comportamiento catastrófico, desde el punto de vista de Leriche uno la verá en la producción de anomalía histológica  debido al desorden fisiológico.
   Individualizar la norma y lo normal nos hace creer posible abolir las fronteras entro lo normal y lo patológico.
La enfermedad, el estado patológico, no son una pérdida  pero sí un giro de la vida, regulada por normas vitales inferiores o despreciadas por el hecho de que ellas prohíben al viviente la participación activa fácil, generatriz de confianza y de seguridad, por un género de vida que anteriormente era el suyo y que es permitido a los demás.
La depreciación vital de la enfermedad, es un signo objetivo de esta universal reacción subjetiva, y además demuestra la coexistencia de la humanidad en el espacio y en el tiempo, de una medicina más o menos técnica, más o menos sabia, de la curación de las enfermedades.
Leriche define a la salud como " la vida en el silencio de los órganos", pues no es suficiente definir la enfermedad como esto que estorba a los hombres en sus ocupaciones.
Bajo el nombre de normal, el psicólogo o psiquiatra han visto una cierta forma de adaptación a lo real o a la vida, que no obstante, no tiene nada de un absoluto, salvo, para quienes nunca han supuesto la relatividad de los valores técnicos, económicos, culturales.
 Según Canguilhem, la norma en materia de enfermedad dentro del psiquismo humano es la reivindicación y el uso de libertad como poder de revisión y de disminución de las normas, reivindicación que normalmente implica el riesgo de la locura.
Citando a Thomas Mann: " No es tan fácil decidir cuándo empieza la locura y le enfermedad. El hombre de la calle es el último en poder decidir sobre eso”; a partir de Nietzsche, a la filosofía le aguarda la doble tarea de imaginar espacios ficcionales, cuya herramienta: la crítica: nos permite abordar al ámbito educativo también como ficción interpretativa, que sirve como estimulante para la vida, ya que expresa  el conflicto entre educación, arte y conocimiento; esta ficción, que otorga al filósofo artista la posibilidad de crear sentidos, de forjar unidades múltiples, de generar acciones sobre el caos deviniente, aún sabiendo que esas ficciones no corresponden con una realidad última, pero son necesarias para la vida.
  Como docentes , tenemos un desafío en la actualidad; éste es superar barreras históricamente construidas y naturalizadas; iinterrogándonos sobre nuestro propio tiempo; con  una pregunta que forme ella misma parte del tiempo, y que sea también  una ruptura; Freud dice, que todas las preguntas que hacen los niños les sirven de sustituto de lo que no hacen. Esta es una pregunta por el origen.
     Sobre el cuerpo dolido de occidente reflexionaron, con metodologías distintas, tanto Nietzsche como Foucault, el uno a partir de sus propias intuiciones, hundimiento y una aguda mirada psicologista sobre el hombre como especie heterogénea, el otro, desde la sublevación de los saberes sometidos, el saber erudito de los archivos polvorientos y en los saberes populares, el saber de la gente misma; ambos,  sometidos por la ciencia.
         Foucault encuentra en Nietzsche un tipo de discurso que hace el análisis histórico de la formación misma del sujeto que no admite la pre –existencia de un sujeto de conocimiento; en este sentido, el filósofo francés se enfila dentro de la tradición que deconstruye la unidad del sujeto cartesiano que se anclaba en la continuidad entre el deseo y el conocer, el instinto y el saber, el deseo y la verdad.
       En este planteo del conocimiento en su vertiente más política, Foucault se preguntará entonces, ¿por qué es necesario un saber sobre la sexualidad, la  locura o el sujeto criminal y no, qué hay de verdad o de falsedad en esos discursos? Apartándose de la antinomia entre la verdad y falsedad, Foucault cuestiona sobre los efectos que  tiene la verdad.
     Partiendo de la crítica nietzscheana[1] a la sustitución  del filósofo por el mero profesor, o, si se prefiere, la crítica del filósofo - funcionario, del seudofilòsofo que ignora que educar es liberar, se inscribe una crítica ideológica, en la que el filósofo y el artista han sido sustituidos como agentes de la cultura, por el funcionario, el erudito, y el sabio académico; dando lugar a una cultura, en la que lo más noble, es utilizado como medio para le generación de lo mediocre y lo vulgar, y en la que el arte, el mito y el pensamiento libre, mueren aplastados por las exigencias de las sociedades de control, de las que nos hablará Deleuze.
  Es con la utopía de una educación integradora; que no se separa del movimiento infinito, designando etimológicamente la desterritorialización absoluta,  siempre en el punto crítico en el que ésta se conecta con el medio relativo presente, cuando  la filosofía se vuelve política.
    ¿Propone la actual problemática de las relaciones entre educación común y especial una despedidas sin olvidos a las utopías pedagógicas que van a ser suplantadas por estos nuevos sueños pedagógicos?
    Parafraseando a Eugenio Barba,[2] la utopía es el salto a “otro lugar” cuando el mundo en que vivimos nos enseña su cara repelente. Una educación integradora será aquella que enseñé en la disidencia; o sea; en la capacidad de vivir un tiempo dentro de otro tiempo, la práctica de una ubicuidad que nos permite vivir simultáneamente en el tiempo-prisión y en una isla de libertad; esa decisión, como dice Barba, “ es la que nos permite estar en el agua de la Gran Historia sin dejarnos arrastrar por sus corrientes”
Paulo Freire dice  “Necesitamos la esperanza crítica como el pez necesita el agua incontaminada[3]”; la esperanza necesita de la práctica para volverse historia concreta.
                Freire, muere en una época de certidumbres educativas  revolucionarias en la que la insatisfacción por este mundo es el primer paso para alcanzar la utopía del mundo verdadero.
     Tomando la línea argumentativa de Derrida; Dussel y Carusso[4], definen a la educación como la enseñanza de las diferencias; aludiendo a que  " la significación se forma en el hueco de la diferencia"; y sostienen que la política es el arte de la marcación de diferencias en un terreno de lucha y que una forma de esa lucha es la educación; educar es también una forma de establecer vínculos de poder, allí donde "... la ficción se presenta justamente como estructura de la verdad..."
   ¿Qué programa pedagógico sería capaz de incluír a todos? si la educación es  tanto  posibilidad para el futuro, como  cuestión del presente; entonces es necesario desestimar aquella educación para un puesto o plaza social, que ha dejado de lado la educación de las capacidades inherentes al individuo; para comenzar a educar para la libertad.
    Y es aquí donde nos es lícito hablar de arte;  porque  la experiencia del arte, como experiencia vital suprema,  alcanza el modelo referencial desde el que se juzgan todas las cosas, y, al mismo tiempo, es el mejor exponente de esa pasión por la vida que  Nietzsche sintió hasta extremos inimaginables.
     Nietzsche nos alienta a transitar estéticamente la existencia, y es aquí cuando el arte se transforma en la expresión suprema del querer creador y del sujeto autárquico;  el resultado de toda creación es una entidad concreta como manifestación de una potencia productiva. El amor como fuerza, es la productividad pensada como poder, que persiste en una serie de obras, ya que si el arte es la forma mas clara en que se manifiesta la voluntad de poder, entonces es el querer lo que determina el origen de esa voluntad.
 Si bien no hay arte hasta que el individuo no tome conciencia de la posibilidad de desbordar su propia plenitud, haciendo partícipes a los demás de su propio poder; una educación integradora sería aquella que apunte a alentar el poder creador de cada individuo; y esta tarea,  nos propone una  lectura política de la realidad contemporánea, de la función de la educación, desde diversos presupuestos ideológicos y filosóficos actuaes.
En la actualidad, Derrida define a la educación como  el acto de diferenciación en el comienzo de toda escritura; enmarcando una primera escena educativa, en la que el ser humano establece la diferencia entre su especie y la naturaleza; Derrida propone que los orígenes de la educación están en la transmisión simbólica (no genética) de las formas de establecer tanto las diferencias como las vinculaciones permitidas y prohibidas.
 Hoy  es posible interpretar al sujeto como construcción explicativa de la constitución de redes de experiencia en los individuos y en los grupos. Y a la experiencia como el producto de las relaciones entre el sujeto y el mundo.
La sociedad contemporánea nos demanda sujetos que no se congelen, con capacidad de conocer, y de conocer contra lo conocido, con la capacidad de resolver problemas, de hacerse nuevas preguntas.
Los sistemas han conseguido reprimir el interés, someter al sujeto a una extasiadora purificación de orden superior a la acción.
El idealismo del educador actual, que sostiene con su práctica una educación integradora,  se define por una detención del pensamiento, por una negativa a desarrollar determinados temas que ya están presentes.
   Podemos citar como ejemplo el análisis que  Vera Waksman y Walter Kohan, relizan en el libro  Filosofía con niños. Aportes para el trabajo en clase; allí, al analizar el programa Filosofía para niños de Lipman y el método de Paulo Freire,  dicen que Paulo Freire utiliza prolíficamente, términos como “lucha de clases”, “contradicción”, “rebeldía”, “ruptura”, “resistencia” porque los fines son otros; y  en cuanto el programa de filosofía de Lipman es reformista —procura mejorar las instituciones democráticas existentes—, pero la práctica alfabetizadora de Paulo Freire tiene pretensiones revolucionarias porque está basada en la práctica de la libertad, y estas diferencias ideológicas son las que, en la actualidad, son posibles de visualizar desde el ojo crítico del tiempo en el que los cambios, están siendo plasmados.



[1] Cf. Nietzsche, F. , Consideraciones Intempestivas, pg. 24.
[2] Barba, E. “ en las entrañas del monstruo”; discurso pronunciado con motivo de recibir el doctorado Honoris Causes en Cuba.
[3] Cf. Freire, P; Pedagogía de la Esperanza, Pg.13.
[4] Dussel, De Sarmiento a los Simposon