Sobre porque se necesitan filósofos – artistas.
En el vasto imperio de lo bello, Hegel encuentra el objeto de la estética, cuyo dominio es lo bello en el arte, pero: ¿ Qué es la estética?, ¿ el análisis de la belleza que resulta del arte ?, podría tratarse de eso. El libro Arte y poesía es el único espacio en el que Heidegger reflexiona sobre el problema de la estética. " El origen de la obra de arte", publicado en el año 1952, nos devela la imagen de un pensador, lanzado ya en la investigación sobre el sentido del ser. En este texto, el filósofo alemán intenta analizar qué es el arte y en qué consiste una obra de arte.
Para Heidegger, la estética, comprometida con el pensamiento metafísico, sólo ofrece una teoría de la sensibilidad y una referencia fundante a la vivencia, por esto tematiza directamente la obra de arte, apartando la vivencia.
Heidegger escribe sobre arte y poesía desde una estética ontológica; ya que considera que la estética es una reflexión cuyo sentido está comprometido con la entera tradición metafísica de Occidente . Lo que se pone en juego, no es solo la verdad del ente, sino la del ser, el acontecimiento artístico produce una metáfora ontológica en la medida en que entrega a la percepción la actualización de un dinamismo característico del tiempo del ser.
Heidegger hablará del origen de la obra de arte, diciendo que origen significa aquello de donde una cosa procede. Indaga el origen de la obra de arte interrogando por la fuente de su esencia. Para Heidegger, el artista, es artista por medio de la obra, o sea, es la obra lo que hace que el artista resalte como maestro del arte. Según el razonamiento heideggeriano, el artista es el origen de la obra, y la obra es el origen del artista, de esto se deduce que el artista y la obra deben su nombre al arte. Ahora bien, ¿ Puede el arte ser un origen?, ¿ Dónde y cómo hay arte?. Si lo único que es real en el arte son las obras y los artistas; y el arte está en la obra de arte, es válida la pregunta ¿ qué es y cómo es una obra de arte?. Para Heidegger, todas las obras tienen carácter de cosa, cuya caracterización se mueve en el marco de la alegoría y el símbolo. Pero, ¿ Qué es la cosa en tanto que cosa?, para conocer la cosidad de la cosa, habrá que experimentar lo cósico de la cosa, o sea, no solo la cosa en sí, y las cosas que aparecen, sino todo ente que es en general, y que en el lenguaje filosóficos llaman una cosa.
Según esta significación la obra de arte es una cosa en tanto que es un ente. Heidegger afirma con seguridad que « Las últimas cosas son la muerte y el juicio final », pero que el hombre no es una cosa, porque «la cosa es, como todos creen, aquello en torno a lo cual se han reunido las propiedades.» Con el devenir de la filosofía, el hombre ha logrado transportar su manera de concebir la cosa a la enunciación de la estructura de la cosa, entonces la pregunta del filósofo es: ¿qué tiene que hacer un sentimiento, por seguro que sea, con la determinación de la esencia de la cosa cuando sólo el pensamiento puede tener la palabra?, ¡ he aquí la labor de la metafísica!, ¿ cómo distinguir aquello que da a la cosa su permanencia y sustancialidad y que al mismo tiempo es la causa de la forma con que nos apremian sensiblemente lo coloreado, sonoro, duro? Heidegger dirá que es posible distinguir lo material de la cosa, o sea la determinación de la cosa, ya que es una materia en la que ya está puesta la forma, y que «La distinción de materia y forma en los más diversos modos, es nada menos que el esquema conceptual para toda teoría del arte y toda estética.» Partiendo del fracasado intento de concebir lo cósico de la obra con ayuda de los conceptos de cosa acostumbrados que han forzado a la obra a entrar en un preconcepto que ha obstruido el acceso al ser obra de la obra, y «tomando como punto de partida la obra", el pensar heideggeriano se desvía de concepciones habituales, en la medida en que su indagación se propone desbordar los límites de todo lo que es "objetivo" como " subjetivo ". Heidegger piensa que la vivencia es considerada degradación del ser, aunque la filosofía del arte fundada en la vivencia y definida como estética ya esté presente en el pensamiento griego con Platón y Aristóteles; Heidegger intenta encontrar un nuevo problema: crear el problema de discernir qué es una obra de arte en su " ser- ahí" e intentar reflexionar sobre su esencia, ya que es en la inmediatez de la percepción, donde la obra se presenta como cosa. Entonces, la obra de arte, imponiendo su pertenencia a la naturaleza, no se limita a abrir un horizonte epocal, sino que exige tomar conciencia de una significación que pretende ocultarse forzando el misterio con la tierra, solo así se obtiene la apertura al mundo. « Forma y contenido, son conceptos vulgares bajo los cuales se puede poner todo. Si se subordina la forma a lo racional, y la materia a lo irracional, si se toma lo racional como lógico y lo irracional como lo ilógico; si se acopla el par de conceptos forma - materia con la relación sujeto - objeto, entonces la representación dispone de una mecánica conceptual irresistible ». Pero no puede dudar Heidegger de que hay algo más, hay un evento del ser que se promueve en la creación artística, y la tierra o la materia actúan solo como "principios activos " de formatividad artística. Heidegger se propone encontrar el origen de una obra a partir de los materiales que la constituyen. Por este motivo debemos volver al ente mismo para pensar en su ser. Este esfuerzo del pensamiento en separar las partes de la materia, tiene un contorno especial, en el que da forma a una distribución de la materia y predetermina en cada caso, la elección y la clase de materia; teniendo en cuenta que el ente, que está subordinado a esta entidad, es siempre el producto de una confección; el producto es confeccionado como un útil para algo.
Por consecuencia, la materia y la forma, están naturalizadas en la esencia del útil. Este nombre designa únicamente lo producido para el uso y el consumo, pero debido a que materia y forma, en ningún caso son determinaciones originales de la cosidad de la mera cosa, no es lícito pensar a la obra entre las meras cosas. La cosa poco aparente se sustrae al pensamiento del modo más obstinado, mientras Heidegger pregunta ¿Debería pertenecer a la esencia de la cosa, esta reticencia, este ser que tiende a no ser nada y que descansa en sí?, ¿Cómo experimentar lo que en verdad es útil?. Y entonces responde que el ser del útil consiste en servir para algo, pero este mismo servir para algo descansa en la plenitud de un más esencial ser del útil. Lo llamaremos "ser de confianza", dice el filósofo; ya que solo el mero servir para algo sigue siendo ahora visible y suscita la apariencia de que el origen del útil está en el mero confeccionarlo, imprimiendo a un material una forma. Sin embargo, este útil viene, en su auténtico ser de más lejos: materia, forma y distribución de ambos, son ellos mismo de un origen más hondo. La confianza del reposo del útil que reposa en sí, es el ser del útil, y en este ser vemos por primera vez lo que en verdad es el útil. Pero aún no sabemos nada de lo cósico de la cosa, se lamenta Heidegger y mucho menos sabemos aún lo que buscamos; a lo que tiende la obra de arte, en el sentido de la obra de arte. Hallamos el ser del útil, afirma, pero no se conforma con esta definición para explicar el arte. A la hora de buscar una definición del arte, Deleuze y Guattari dicen: «Composición, composición, ésa es la única definición del arte. La composición es estética, y lo que no está compuesto no es una obra de arte. No hay que confundir sin embargo la composición técnica, el trabajo manual del material que implica a menudo una intervención de la ciencia ( matemática, física, química, anatomía), con la composición estética, que es el trabajo de la sensación". Este pensamiento contemporáneo lleva a creer que es posible que los acontecimientos que surgen de los conceptos filosóficos se nutran de sensaciones artísticas para evitar que la ciencia siga construyendo estados de cosas y funciones. Es posible crear desde el pensamiento, pero creemos que es mejor hacerlo desde el espíritu. Preguntar por un origen, por el origen de una obra de arte, supone pensar en un comienzo. Pensar que el arte tiene un origen y que es ése el lugar de la obra, es pensar que si no hay obra que funda el arte, no hay arte. Y el arte , es algo más que una obra que perdura gracias a la conservación de los materiales que la forman. Cuando se habla de arte, se está hablando de espíritu. ¿ Cómo explicaría Heidegger el origen de la obra musical?, seguramente despedazando una partitura en soles, faes y mies, buscando la faiedad del fa en el resonar de los violines, buscando la dominidad del do en las proximidad de los soles. Esta manera de arribar la pregunta por el origen del arte y de la obra de arte, evidencia de manera implícita, lo difícil que resulta «...separar el pensamiento de Heidegger del lenguaje en el que se expresa, y él mismo lo sabía: orgulloso como estaba de la naturaleza filosófica del propio alemán. ».
Retomando a Heidegger podemos decir que origen significa a la pregunta por la esencia, lo que hace Heidegger no es otra cosa sino preguntar por la esencia de la representación habitual de la actividad del artista y su medio. Es como si el hombre pudiera decir: junto esta tela roja con esta tela negra, cubro una ventana con ella, pongo una planta y un cuadro adelante, tomo una fotografía y ya está: cree una obra de arte, soy un artista. Es como si un hombre tuviera el poder de crear la tormenta, de crear los rayos; desnudo en el interior de su conciencia, el artista no sabe que lo que crea es arte, por eso el arte es mágico; el artista desconoce el fin del útil, crea desde la nada su propio cosmos, por eso los artistas se alejan de las muchedumbres, y prefieren la tranquilidad de las ciudades con naturaleza, porque extraen de ella, la fuerza que guía al espíritu para unir colores en una tela e imaginar ríos verdes con flores flotando en sus aguas y puentes colgantes que los atraviesan. Pero en Heidegger se confiere un poder inmenso al lenguaje, queda, cómo dice Eco «decidir qué dicen los poetas cuando intuyen lo que queda», Heidegger oscilará entre la estética que afirma que ha sido la poesía la que ayudó a intuir al poeta, y la estética que permite pensar en la intuición de la poesía interrogando por la fuente de su esencia. Y en esta oscilación que presenta el lenguaje, en este vaivén de proposiciones metafísicas, el filósofo, alejado de la realidad de su época, ha dejado el legado de su filosofía transformado en pregunta infinita. Esta manera de abordar el arte es posible solo si disponemos de paciencia para sumergirnos en un lenguaje óntico – ontológico que intenta demarcar el horizonte al que ha sido arrojada la conciencia humana de ser para la muerte. Es tarea del arte expresar el sentimiento de la nada que nos arroja, y es tarea del artista ser consciente de estar arrojado en la bella nada. Ya decía Hegel " En nuestros tiempos, el pensamiento ha superado a las bellas artes. En nuestros juicios y nuestros actos, nos dejamos guiar por principios abstractos y reglas generales. El artista mismo no puede liberarse de este influjo que domina sus inspiraciones, ni abstraerse del mundo en que vive, y hacerse un retiro que le permita resucitar el arte en su sencillez primitiva."
Nuestra intención no es responderlas, porque apuntamos a que la experiencia de la filosofía no debe consistir en hablar de arte, de la misma manera que podríamos hablar del concepto cosa o del concepto árbol. Tomamos la pregunta como afirmación, « ¿ Es todavía el arte una manera esencial y necesaria en que acontece la verdad decisiva para nuestra existencia histórica o ya no lo es? », y luego preguntamos: ¿ es posible pensar que existe un concepto metafísico que alcance la esencia del arte?, Heidegger, está convencido de que las obras deben hacerse accesibles al goce artístico público e individual, para que los lugares oficiales tomen a su cargo el cuidado y la conservación de las obras.
Habrá conocedores y árbitros del arte para que se ocupen de ellas, ya que el comercio artístico se preocupa por el mercado y la investigación de la historia del arte convierte a las obras en objeto de una ciencia; el filósofo alemán, cuestiona el lugar que ocupa la obra de arte en esta relación, y duda de si el arte es esencialmente decisivo para nuestra existencia histórica. El filósofo intenta buscar las causas, pero sus causas son ontológicas, y se ligan una concepción meramente ontológica sobre el origen de la esencia de la verdad.
En la época histórica, tras la cual se ha perdido la conciencia del espíritu dentro de sí; durante la época crítica que pone en juego el devenir del hombre en el mundo, la función del arte será elevarse por sobre la realidad, desde la pureza del sí mismo. La filosofía deberá ofrecer la sustancia ética, luchar con la esencia no configurada para elevarse también por sobre la realidad; ya que el origen del arte está en el espíritu ético o espíritu verdadero que posee conciencia de ser esencia absoluta y elige un cuerpo como receptáculo para su dolor; el artista, que escribe, compone, pinta, esculpe, actúa: expresa el retorno desde su verdad al puro saber de sí mismo y crea. Pero crea desde su condición humana, desde su propia terrenalidad situada en el aquí y ahora de un presente histórico, inconmensurablemente continuo y paralelo para el espíritu, pero transitoriamente recto para el hombre. A través del arte se hace visible la conciencia de los pueblos oprimidos y de los pueblo soberanos. El origen del arte no es otro sino la luz y la época en la que el artista acepta ser iluminado por esta esencia migratoriamente eterna que retorna según ciclos.
Creemos que la filosofía contemporánea ha dejado de ser arte, a partir del segmento duradero en el que el filósofo intentó marcar con metáforas ontológicas, la diferencia entre una obra de arte y un útil. Sin embargo, porque la pasión filosófica conduce nuestro pensamiento, con la urgente necesidad de plantear que la filosofía y el arte marcan la realidad de la época, en ésta, la etapa en la que la conquista humana, ha superado el devenir; desde las cenizas de una generación atrofiada, cuestionamos el lugar que ocupa la problemática artística contemporánea que ya no encuentra arte sino marketing, y nos atrevemos a postular a Heidegger como una de las causas intelectuales que guía la construcción de una filosofía que postula la muerte del arte, no porque lo sagrado se haya retirado del arte, sino porque la ciencia ha sustituido el poder antes otorgado a los dioses, y el hombre ya sin ley divina que lo reprenda, perdido en los laberintos de su propia conciencia cósmica interpreta en un tiempo diferente al tiempo en el que crea.
Sólo el artista tiene el don de atravesar tiempos y lugares extraños a sí mismo, sólo a los filósofos del futuro les será lícito experimentar todo y por eso, son necesarios filósofos tales.
Bibliografía.